Actualmente, asistimos a una revolución tecnológica sin precedentes en la historia humana. La tecnología ha llegado para quedarse y esto ha causado un gran cambio en nuestras conductas si las comparamos con generaciones anteriores. En relación a esto, el uso de pantallas electrónicas ha contribuido a forjar nuevas formas de comportamiento en todas las esferas (personal, familiar, social, educativo, etc.)
Las nuevas tecnologías al alcance de nuestros niños y niñas desde su nacimiento ofrecen no solo nuevas posibilidades de acceso a la información y comunicación, sino también nuevos paradigmas de relación en el contexto social, a través de la modificación y generación de nuevas habilidades socioafectivas.
Es importante conocer de qué manera estas nuevas formas de socialización y aprendizaje se han transformado a partir del uso de la tecnología, así como valorar los tiempos de exposición, las funciones de las pantallas electrónicas y el impacto que pueden producir según la edad.
Necesidad de mayor investigación
Esta realidad se ha instalado en nuestras vidas antes de que investigaciones científicas hayan podido evaluar su impacto real en el neurodesarrollo infantil. En general, los estudios realizados en los lactantes y preescolares apuntan a que la exposición a pantallas electrónicas se ha asociado a un menor nivel de desarrollo cognitivo. Asimismo, a medio plazo, se ha relacionado con el sedentarismo, mayor riesgo de sobrepeso, déficit de atención, problemas de sueño y el riesgo de adoptar una actitud pasiva frente al mundo.
Más adelante, en la edad escolar, su uso puede ofrecer oportunidades enriquecedoras para los aprendizajes y la propia socialización. Sin embargo, frecuentemente se observa un uso excesivo de estos dispositivos electrónicos, la sobreestimulación repercute sobre la capacidad de concentración, provoca dificultades en la memoria, en la atención, en el control de impulsos, el rendimiento escolar y, sobre todo, en la cantidad y calidad del sueño nocturno reparador. Además, desplaza otras actividades como el juego libre, el deporte, la lectura, pudiendo aparecer un retraso del lenguaje.
Algunos adolescentes que utilizan demasiado las redes sociales presentan síntomas de depresión, de déficit de sueño, sobrepeso, aislamiento social (afectados por el ciberbullying), o están expuestos a contenidos y contactos de riesgo o inapropiados, comprometiendo su privacidad y confidencialidad. Por todo ello, debemos ofrecer ayuda y continuar desarrollando investigaciones para conocer mejor el impacto que tienen los diferentes medios electrónicos sobre su neurodesarrollo y bienestar.
Impacto en el desarrollo infantil
Como ya hemos comentado en anteriores posts, en la edad preescolar se cursa la primera infancia, etapa crucial para el desarrollo. Se experimentan cambios rápidos y profundos, se adquieren capacidades para la sobrevivencia y se desarrollan potencialidades para dominar habilidades físicas, emocionales, cognitivas y sociales. Por lo anterior, es fundamental asegurar unas condiciones adecuadas que logren eficientemente el logro de estas habilidades. Esta tarea corresponde a familias, cuidadores y educadores.
En este sentido, investigadores españoles como Echeburúa y Corral, aseguran que el uso de tecnologías que cuentan con pantallas puede interferir en su desarrollo integral. Las consecuencias de esta afectación pueden manifestarse inmediatamente o, por el contrario, generarse a largo plazo. Explican que uno de los primeros problemas que se pueden identificar tras comenzar su utilización es la adicción, entendida como una afición de tipo patológico que provoca dependencia, la pérdida de control y que a su vez resta libertad para poder estrechar el campo de consciencia y que limita los intereses de una persona.
La pantalla electrónica, a partir de la imagen que se forma en ella, configura un lenguaje compuesto por una alta carga emocional, la cual genera gran impacto en quienes están visualizando el contenido. En esta etapa de la vida, tratamos de calmarlos con su uso, pero las pantallas interfieren en la regulación emocional, al no disponer de la madurez emocional necesaria para procesar de manera adecuada y racional los contenidos que reciben, pueden causar impactos negativos y, más aún, convertirse en adicción.
Pero, ¿qué podemos hacer?
Una de las cuestiones que más se preguntan las familias junto con la comunidad educativa, es el tiempo idóneo de exposición y las alternativas. La Academia Americana de Pediatría recomienda desarrollar hábitos infantiles adecuados respecto al uso dispositivos electrónicos. Destaca que:
- Menores de 18 meses, evitar su uso.
- Edad preescolar (mayores a 2 años) el tiempo debería restringirse a no más de una hora diaria y solamente con contenido de alta calidad educativa. Lo recomendable es que dediquen su tiempo a realizar otras actividades como dormir, jugar, socializar o hacer deporte.
- Debemos designar un tiempo para utilizar las tecnologías, es muy útil usar la negociación y que sea pactado con ellos en un momento tranquilo. Por ejemplo, si designamos que tiene una hora para estar con el móvil, podemos avisar 10 minutos antes de terminar. Si se traspasan los límites establecidos, se pueden retirar de manera temporal.
- Comenzar por ti mismo como padre o madre, ¡predica con el ejemplo! Si delante de nuestros hijos hacemos un uso constante de las tecnologías no podemos pretender que ellos no lo hagan.
- Fomentar situaciones de interacción social. Salir al aire libre, ir al parque a jugar. Hacer una lista de cosas que le apasionen (dejando de lado las tecnologías, por supuesto) por ejemplo: tocar un instrumento, ir al parque, montar en patinete, etc.
- No utilizar la tecnología a nuestra conveniencia. Quizá si tengo que ordenar o limpiar la casa, o estoy tomando algo con amistades y no quiero que me molesten, cederé y reforzaré conductas que después me costará controlar.
- No hay que regalarlas como premio porque tienen un gran sentido de la propiedad incluso a nivel inconsciente, tampoco retirarlas como castigo. Recuérdales que las pantallas son propiedad familiar y nunca de los menores.
- Los momentos de pantalla se deben evitar a la hora de comer para que no se interfiera en la comunicación. Sobre todo, se debe apagar todo tipo de estimulación visual una hora antes de dormir, ya que la luz azul que emite afecta la calidad del sueño.
- Zonas comunes y uso compartido: establece el uso de la tecnología en el salón o una zona común para que no se aísle y así poder tener un mayor control de su uso.
Desde la filosofía se nos recuerdan que estamos exponiendo a nuestros hijos a las pantallas mucho antes de haber educado en la mirada. Es algo que debemos tener muy presente. No siempre somos conscientes de los peligros que entrañan las tecnologías y redes sociales. El comportamiento de nuestros hijos está asociado a la conducta de sus familias, por lo que somos los adultos quienes debemos comprometernos y asumir el rol protector en torno al desarrollo de los más pequeños.
“Sal al bosque, sal enseguida. Si no sales al bosque,
jamás ocurrirá nada y tu vida no empezará jamás.
Sal al bosque,
sal enseguida.
Sal al bosque,
sal enseguida”
Fragmento del libro “Mujeres que corren con los lobos” de Clarissa Pinkola Estés
Autora: Belén Aglio, Psicóloga.
Bibliografía
-Cerisola, A. (2017). Impacto negativo de los medios tecnológicos en el neurodesarrollo infantil. Pediátr. Panamá, 126-131.
-Echeburrúa, E., & de Corral, P. (2010). Adicción a las nuevas tecnologías y a las redes sociales en jóvenes: un nuevo reto. Adicciones, 91-96.
-García-Ríos, C. A., Yenchong-MezaI, V. N., & Miranda-Barros, D. H. (2020). Tiempo de exposición a pantallas en población pediátrica. Una revisión bibliográfica. Polo del Conocimiento, 5(1), 816-827.