El verano se acerca, con él las vacaciones. Es de vital importancia que continuemos con los hábitos y rutinas que tanto equilibrio dan a nuestros niños. Respecto a la educación de los hijos, la responsabilidad principal corresponde a las familias, mientras que la responsabilidad de ayuda y complemento es de los profesores. El centro educativo puede y debe completar a la familia en sus funciones educativas, pero es tarea de la familia adoptar el papel de educadores en el ámbito familiar. En el artículo de hoy, aprenderemos por qué y para qué asistir a las escuelas de familias de nuestros centros.

LAS ESCUELAS DE FAMILIA

Las escuelas de familia ofrecen una batería de instrumentos educativos para formarse como un referente adecuado para sus hijos. Nos ayudan a acercaremos a un conocimiento actual de cómo son nuestros hijos y a cómo acercarnos a ellos de forma adecuada para conseguir unas pautas educativas aceptadas por ambas partes. Es vital aprender a desprenderse de posibles miedos e identificar dudas para el ejercicio positivo del rol parental. Es por ello, que se deben tener al alcance todos los recursos educativos posibles para desarrollar las actitudes, valores y habilidades, siempre comprometiéndonos con nosotros mismos para alcanzarlos.

Entre los principales objetivos de las escuelas de familia podemos destacar:

  • Ofrecer a los padres la información y asesoramiento sobre diferentes temas relacionados con la evolución y educación de sus hijos para mejorar la capacidad de ejercer como padres.
  • Promover el intercambio de experiencias entre los propios padres para el mutuo enriquecimiento y mejora de la dinámica familiar.
  • Facilitar un nuevo recurso que promueva la participación de los padres en el proceso educativo de sus hijos.

Es una realidad que las familias están en constante cambio y también sus modelos. Hemos pasado de un modelo familiar (familia extensa), en el que varias generaciones convivían en el mismo domicilio, a un modelo de familia en el que conviven tan solo dos generaciones en el domicilio (hijos/as y padres/madres, modelo nuclear). E incluso a un modelo en el que toda la responsabilidad familiar recae sobre uno de los miembros (familia monoparental, un solo padre/madre. Claramente, en este modelo se destaca una consecuencia negativa y es que se reducen los apoyos de la familia extensa y las responsabilidades recaen sobre menos personas.

ACTITUDES

Está claro que como padres debemos aprender a ser más conscientes de que aquello que nos sucede internamente: lo que pensamos, lo que sentimos, influye en nuestra manera de actuar con nosotros mismos y con nuestros hijos.

Entre las actitudes que debemos tomar, destaca la escucha activa como forma de escuchar en la que el receptor (el que escucha) trata de entender lo que siente el transmisor (el que habla), o lo que significa el mensaje. Para posteriormente expresar con palabras lo que ha comprendido y transmitirlo para que el transmisor lo verifique. El receptor no manda un mensaje propio, como sería el caso de una evaluación, opinión, consejo, reproche, análisis, etc., sino que transmite lo que piensa que significa el mensaje del otro. Entre las ventajas de la escucha activa se destaca que promueve una relación cálida entre padres e hijos. Ayuda a que los niños tengan menos miedo de sus sentimientos negativos. Facilita que el niño resuelva sus problemas. Influye para que el niño sienta más deseo de escuchar las ideas y pensamientos de sus padres. En pocas palabras, hace que “el niño sea el que habla”.

Existen formas de comunicación autoritarias, permisivas, sobreprotectores y asertivas (expresando de manera adecuada mis derechos). La mayoría de las personas muestran una mezcla de cada estilo educativo. Los estudios afirman que el estilo de comunicación más efectivo es el asertivo, ya que pasa por ponerse en lugar del otro y desarrolla mejor las potencialidades de los niños. Si razonamos los problemas con ellos en lugar de simplemente prohibir o permitir conductas, les estamos enseñando también a razonar. Si nos ponemos “en sus zapatos”, como ya señalábamos en anteriores artículos, en este estilo asertivo, les enseñamos a la vez a que ellos también tengan en cuenta los sentimientos de las personas.

EN BÚSQUEDA DE LA PERSONALIDAD

Es a través de las escuelas de familias, que nos paramos a pensar en la forma en que nos comunicamos y educamos a nuestros niños. Para ayudarles a sentirse bien consigo mismos y con sus padres y madres. Podemos utilizar el lenguaje positivo y motivador, utilizando palabras que expresen sentimientos. Esto influirá en el desarrollo de su personalidad. Sus principales componentes son el AUTOCONCEPTO, lo que pensamos de nosotros mismos y la AUTOESTIMA, el sentimiento de valía personal. Todo ello pasará por sentirse importante para uno mismo y para los demás. Sentirse especial, distinto, diferente, único. También, sentirse satisfecho, contento, feliz, complacido. Pero incluyendo, sentirse con capacidad para realizar proyectos y actividades. Por ejemplo, si yo creo que lo hago todo mal (autoestima baja), me costará mucho más expresar lo que siento o pienso por miedo a no ser bien aceptado. Por el contrario, si creo que hago las cosas bien (autoestima alta), se expresan adecuadamente los sentimientos y los pensamientos. No obstante, todo ello dentro de un término medio. Demasiada autoestima puede conducir a comportamientos autoritarios. Y es que el razonamiento de dos personas siempre tiene más puntos de vista que el de una sola. La aceptación o el rechazo de su grupo de iguales (amigos) es un factor muy importante en el desarrollo de su autoconcepto y su autoestima.

A modo de resumen, algunos de los principios a tener en cuenta, serían: No empeñarse en luchas de poder, en enfrentamientos de los que es probable que nadie salga victorioso. Decir cosas agradables a sus hijos de vez en cuando, sobre todo si no se lo esperan. Es importante ser raro. Aceptar que uno puede ser raro. No dejar que los hijos piensen que son más raros que sus padres. No hacer cosas por sus hijos que ellos sean capaces de hacer por sí mismos, a menos que estemos seguro de que le devolverán el favor. Hay que tener una autoestima adecuada. Si los padres no la tienen, sus hijos tampoco. Sin olvidar, aprender a pedir disculpas cuando no cumpla sus propias exigencias al tratar a sus hijos.

Por tanto, es importante observar y escuchar a nuestros hijos. Fomentar que se expresen. La autoestima marca su personalidad. Debemos ofrecer pautas de conducta y normas que son aprendidas principalmente por imitación de sus respectivos grupos de influencia: familia, amigos, etc, a través de las relaciones con el entorno social como veremos en próximos artículos.

 

Háblame y quizás lo olvide.

 Enséñame y quizás recuerde.

Particípame y aprenderé.

Benjamin Franklin

 

Autora: Belén Aglio, Psicóloga.

Fuente:

  • Palacios, J y Paniagua, G (1993). Colaboración de los padres. Madrid: MEC.
  • Tschorne, P (1992): Padres y madres en la escuela. Una guía para la participación. Paidós. Barcelona.