El nacimiento de un hijo puede ser un evento placentero, pero también una experiencia emocional estresante; puesto que siempre se espera la llegada del niño perfecto, que sea saludable, vigoroso, inteligente y pleno de energía, para volcar en él sueños no realizados. Cuando un niño nace con una diversidad, estos sueños y fantasías mueren dolorosamente. Se dibuja una nueva realidad para todos que se debe ir afrontando. Por ello, en el artículo de hoy hablamos sobre el trastorno del espectro autista (TEA).

Actualmente, el estudio del autismo ocupa en el mundo científico un lugar importante, debido al incremento de números de casos diagnosticados. Es uno de los más complicados y serios trastornos del desarrollo infantil. Son abundantes y a veces contradictorias las formulaciones teóricas, clínicas y experienciales, referidas al origen y a su tratamiento. Sin embargo, a pesar de las diferencias, la mayoría de enfoques psicológicos señalan que el indicador común se encuadra en la extrema soledad autista que lleva a estas personas a sumergirse en un profundo aislamiento. Una soledad que no tiene que ver con estar solo físicamente, sino mentalmente.

¿Qué es?

El TEA viene a definirse como un trastorno del neurodesarrollo, esto quiere decir que no es una enfermedad, sino un trastorno del desarrollo de la función cerebral, en sus manifestaciones clínicas. Incluye conductas que afectan las áreas de interacción social, lenguaje y la presencia de conductas estereotipadas. La teoría más reciente, que desarrolla Baron-Cohen es la llamada teoría de la empatía-sistematización. Trata de explicar las dificultades de estas personas para establecer comunicación y crear relaciones sociales, mostrando hipoactividad en casi todas las áreas cerebrales del circuito de la empatía, señala, sin embargo, que con entrenamiento pueden desarrollar empatía aprendida, pero que nunca será intuitiva ni primitiva.

La importancia de su diagnóstico

Su diagnóstico es clínico y se basa en la conducta del niño. Es un síndrome definido por un conjunto característico de comportamientos que incluyen el deterioro cualitativo de la interacción social recíproca, de la comunicación verbal y no verbal y de la actividad imaginativa con un repertorio de actividades e intereses marcadamente restringido. En líneas generales, su diagnóstico puede realizarse antes de los 3 años de edad. Algunos de los síntomas para detectar si un bebe presenta autismo son:

  • Entre los dos y tres meses, existe una ausencia o dificultad de sintonización con aquellos que le rodean, no hay sonrisa social tan característica en los bebés de esta edad.
  • Al alcanzar los cinco o seis meses, hay ausencia o bien alguna dificultad en las conductas de anticipación, no realiza el gesto para ser alzado.
  • En la fase de los nueve a los trece meses, donde debe surgir la comunicación intencional ya sea de manera protoimperativa cuando señalan para que les des algo o bien, protodeclarativa, cuando señala algo que le gusta para que lo mires y lo disfrutéis juntos, no aparece o presenta grandes dificultades.
  • A los doce meses no balbucea, no hacen gestos, no saludan, no señalan para despedirse o, por ejemplo, no juegan señalando los cinco lobitos.
  • A los dieciséis meses no expresa palabras fáciles como decir papá o mamá.
  • Pasados los dieciocho y hasta los veinticuatro meses, aparece una limitación o dificultad en el juego simbólico, no son capaces de imitar, tienen rituales o un juego muy repetitivo, colocan objetos en hileras.
  • Al final de los 24 meses, se observan problemas con el lenguaje, no dicen frases conformadas por varias palabras consecutivas.
  • Cuando llegan a los dos o tres años no contesta cuando le llamas, no tiene contacto ocular, no muestra cosas que le gusten.

Grados

El grado 1, es el más leve y necesita ayuda. Este grado se correspondería con el denominado Síndrome de Asperger, pues su sintomatología no le impide al niño llevar una vida autónoma, aunque en ocasiones necesite ayuda. En este tipo de autismo el pequeño presenta dificultades para establecer relaciones sociales y es frecuente que muestre respuestas o reacciones inusuales cuando se relaciona con los demás. Asimismo, demuestra poco interés en mantener vínculos sociales, aunque una vez que los logra, puede comunicarse y hacerse entender. A diferencia de los otros tipos de autismo, en este caso el niño desarrolla un lenguaje y procesos cognitivos normales.

En el grado 2, necesita ayuda notable: suele aparecer después de los dos primeros años de vida, aunque en muchos casos los síntomas comienzan a manifestarse desde antes, como hemos señalado. En cualquier caso, estos niños presentan dificultades notables en la comunicación social, verbal y no verbal, tienen problemas para iniciar las interacciones sociales, a la vez que suelen responder de manera “extraña” a la interacción y desarrollan un lenguaje muy limitado. También les resulta difícil enfrentar los cambios y poseen un sistema de actividades e intereses muy reducido que interfieren con su desenvolvimiento en diferentes contextos. Es habitual que manifiesten cierta ansiedad y resistencia cuando deben cambiar el foco de su atención.

El grado 3, es el más profundo y necesita ayuda muy notable. Estos niños suelen manifestar deficiencias graves en sus habilidades para la comunicación social, verbal y no verbal, lo cual interfiere en su adaptación e interacción con los demás. Además, muestran movimientos estereotipados que interfieren con su funcionamiento en los distintos contextos, por lo que no pueden vivir de manera autónoma e independiente.

Tratamiento

En cuanto al tratamiento, la Dra. Isabelle Rapin, una pionera de la neuropediatría, y referencia científica para el estudio del TEA, nos explica que los fármacos tienen una utilidad limitada, es el tratamiento conductual precoz el que mejora el pronóstico. Las personas que lo sufren pueden beneficiarse de medicamentos para tratar síntomas específicos tales como trastornos de la atención y convulsiones. Además, aunque los comportamientos autistas son la consecuencia de un trastorno estático de la función cerebral, su carácter cambia con la maduración y la intervención apropiada. En sus años de estudio ha podido constatar, que el resultado está en función tanto de la competencia cognitiva innata, como de la eficacia de la intervención temprana enfocada en el desarrollo de habilidades sociales apropiadas y comunicación significativa. Las intervenciones para personas con TEA se deben acompañar de un programa educativo para los padres.

Es importante que en nuestra cultura exista una educación y unas condiciones mínimas para aceptar a todos los seres humanos como tales, explorar emociones y sentimientos, para que no se estigmatice y se aísle al que es diverso. El impacto que genera la diversidad no es sólo en la persona o en su familia, sino también en la comunidad por lo que se hace necesario un buen conocimiento. Debemos intentar no proyectar nuestras propias ideas sobre las personas con TEA y respetar sus deseos.

En el idioma maorí autismo, se dice «Takiwatanga», que significa «a su propio ritmo y espacio». Las palabras tienen un gran poder.

Autora: Belén Aglio, Psicóloga.

 

Bibliografía

-Campbell-Araujo, O. A., & Figueroa-Duarte, A. S. (2001). Impacto del autismo en la familia. La percepción de los padres. Archivos de Neurociencias, 6(1), 6-14.

-Kaufmann, L. N. (2008). Las raíces intersubjetivas del autismo. Acerca de la resonancia empática entre un niño pequeño con signos clínicos de autismo y sus padres.

www.neuropediatria.org