Actualmente en nuestra sociedad la relación vida-muerte se salda con el intento de expulsar a la muerte de la vida, y aunque no se consigue, al menos en apariencia funciona. Para los adultos, hablar de muerte con los más pequeños nos resulta una tarea ardua y muy difícil de afrontar. Por eso, en el artículo de hoy, tratamos este tema con el objetivo de normalizarlo como proceso natural y ofrecer algunas reflexiones y pautas para saber cómo abordarlo.
Dudas
Es difícil ocultar nuestra preocupación, malestar y/o dolor si un familiar o alguien muy querido ha fallecido. Nos surgen dudas como: ¿para qué hacerles sufrir?, ¿es mejor callar?
¿Deberíamos decirle la verdad? ¿Cómo lo hacemos? ¿Quién y cuándo debemos hacerlo? Ante tantas cuestiones debe quedar claro que, explicarles adecuadamente la muerte les permite desarrollar herramientas y habilidades emocionales de vital importancia que les facilitarán enfrentarse tanto a esta pérdida como a las que puedan tener en el futuro.
Aunque podamos pensar que no se darán cuenta de que pasa algo, no es así, los niños son sensibles a los cambios y pensarán que es algo muy, muy malo de lo que no se puede hablar. Dejarán volar su imaginación y tendrán miedo de preguntar. Cuando al final se enteren, puede que lleguen a sentir enfado y decepción porque se les ha ocultado la noticia y perder la confianza en nosotros.
El duelo
Definimos el duelo como una experiencia de dolor, lástima, aflicción y sentimientos que se manifiesta de diferentes maneras, con ocasión por la pérdida de algo o alguien con valor significativo. Es una reacción psicológica natural que implica dolor emocional. Ante tal situación responde tanto nuestro cuerpo, como nuestra mente y, por ende, nuestras emociones. Tiene forma de olas y con el tiempo permite que nos vayamos adaptando a una nueva realidad. El duelo nos prepara para vivir sin la presencia de esa persona querida a la vez que permite mantener el vínculo con ella. Es un proceso activo y existen diferencias individuales, ya que cada niño lo vive a su manera. No hay técnicas mágicas, pero, es importante hablar si se necesita y sacar la pena y la rabia. No dejarla dentro.
Reacciones
En cuanto a las reacciones, es normal que en los primeros momentos haya cambios en su comportamiento y estado de ánimo. Pueden mostrarse irritables o agresivos, con falta de interés por cosas o situaciones que eran de su agrado (jugar o ir al cole), reclamarnos mayor atención y cariño, sentirse tristes, tener pesadillas o problemas con el sueño, miedo a la oscuridad, etc.
Incluso puede que vuelvan a hacer cosas que ya tenían superadas, tales como: no querer dormir solos o con la luz encendida, hacerse pipí o caca encima, chuparse el dedo, volver a gatear, mostrar miedo ante los desconocidos, etc. También es normal que algunos muestren el impacto inicial tras la noticia y vuelvan a jugar como si nada hubiese ocurrido. Incluso que no quieran que se les hable del tema. En estos primeros momentos, nuestra labor como adultos es la de observar y acompañar las necesidades emocionales del niño o niña.
Recomendaciones
Escoger el momento adecuado para comunicarles una muerte, es una de las decisiones más complejas y se suele postergar, pero es importante tener presente estas reflexiones para ayudarles a recuperarse de la pérdida del ser querido:
¿Quién?
Son los padres o los familiares más cercanos y con un vínculo afectivo más fuerte los que han de dar el paso y comunicarles lo antes posible, en un lugar tranquilo y privado, utilizando un tono de voz sosegado y estando atento a las necesidades de contacto físico, sosteniendo, acogiendo y validando las emociones que puedan surgir.
¿Qué?
Debemos explicar la verdad de lo ocurrido, usando la palabra muerte sin eufemismos. Si decimos “Se ha muerto” en vez de “Se ha ido” o “Nos ha dejado”, evitaremos dar pie a falsas expectativas de retorno. Es esencial no mentir. Si no tenemos una respuesta concreta, no hay que temer reconocerlo. No hablemos más allá de su nivel de comprensión, puesto que, en función de la edad, la capacidad de procesamiento de la información y las reacciones, como decíamos, surgirán de manera distinta. No olvidemos señalar y recalcar, para que le quede bien claro, que no es su culpa. Puede parecer obvio, pero para los más pequeños no siempre lo es y su elaboración es única y personal. Transcurrido un tiempo lograrán adaptarse a las nuevas circunstancias.
¿Cómo?
Es aconsejable utilizar un lenguaje sencillo y apropiado según su edad, evitando explicaciones complicadas o que estimulen sus fantasías y concepciones equivocadas de la muerte, facilitando en la medida de lo posible su participación, siempre que este quiera, en el ritual familiar con los ritos de despedida, según religión y cultura. Además, se debe mantener una rutina diaria (en la medida de lo posible) para darle mayor seguridad ayudando a recuperar hábitos y propiciar una mayor sensación de control de la situación (horarios de comida, sueño, actividades, colegio, etc.)
Hacemos hincapié en darle la oportunidad de hablar de la persona muerta, ayudándole a poner palabras para explicar sus emociones y sentimientos, nos permitimos llorar en compañía y por separado. No debemos cortar su expresión diciéndoles que sean fuertes, que no lloren o que se enfaden. Debemos validar su emoción y expresión de sentimientos usando la empatía, por ejemplo, diciéndoles: “para mí también está siendo difícil” o “es normal llorar/enfadarse/asustarse, yo también he llorado/enfadado/asustado al enterarme”.
Existen múltiples recursos para poder abordar el concepto de pérdida y muerte y el proceso de duelo: libros, cuentos, videos, películas, cortometrajes, juegos, etc. Os animamos a explorar esta posibilidad y asesoraros con ayuda psicológica sobre los más adecuados a cada edad y situación si se necesita.
Para terminar, entendemos que no hay amor sin duelo por la pérdida. Aunque sea difícil gestionar el momento del duelo sobre todo cuando hablamos de los más pequeños, pero debe quedar claro que abordando el tema de la muerte con los niños les permite elaborar internamente las herramientas y recursos necesarios para afrontar la adversidad. Les estamos ayudando a sostener y superar situaciones difíciles en su vida. No hay peor entorno que aquel que no acompaña o incapacita.
Autora: Belén Aglio, Psicóloga.
“Nunca he visto niños dañados por la exposición a la muerte, lo que sí he visto son niños dañados por la ansiedad de los supervivientes”.
Murray Bowen (psiquiatra estadounidense)
BIBLIOGRAFÍA
-Kübler-Ross, E., & Alcover, A. (1992). Los niños y la muerte. Barcelona: Luciérnaga.
-Morant, B., de la Merced AN05666, M., Jiménez Cardoso, A. A., Silva Grados, Á. A., & Vialás
Fernández, L. A. COVID-19: GUÍA PARA FAMILIARES EN DUELO.