Es de vital importancia cuidar, durante la infancia, la capacidad que tienen los niños para poder experimentar, regular y expresar sus emociones. Establecer relaciones positivas con los demás pero sobre todo con uno mismo,  supondrá un buen desarrollo social y emocional y será indicador de una buena salud mental. 

Creemos que nuestra vida agitada y apresurada ha vuelto a los niños propensos a la irritabilidad y la ira. Ya veíamos en artículos anteriores la importancia de aprender cómo se les puede enseñar a reconocer y controlar estos sentimientos para ayudarlos a enfrentar y superar los problemas normales del crecimiento. 

La regulación de las emociones es necesaria para la organización y adaptación del comportamiento. Todas las culturas tienen, de alguna manera patrones de comportamiento que tienen que ver con la exhibición o inhibición de emociones. Los niños aprenden a controlar y socializar sus emociones al mismo tiempo que interiorizan la cultura de la sociedad en la que viven. Sin embargo, el conocimiento y regulación de las emociones no radica sólo en un proceso de aprendizaje, como veremos, las estrategias en casa también tienen su influencia.

¿Qué es una emoción?

Una emoción es una reacción corporal, no siempre consciente, a los acontecimientos externos o internos. Es algo que sentimos que nos hace reaccionar de una manera singular. Las emociones son experimentadas de forma individual, ya que todos no reaccionamos de la misma manera, algunos autores como Bisquerra la definen como un estado complejo del organismo donde aparece una excitación que predispone a una respuesta organizada.  

Las emociones son reacciones inconscientes que la naturaleza ha ideado para garantizar la supervivencia y que, por nuestro propio beneficio, debemos aprender a gestionarlas y no erradicarlas. No debemos confundir con la palabra sentimiento que hace referencia a una percepción consciente de las emociones.

La neurociencia ha demostrado que las emociones mantienen la curiosidad, nos sirven para comunicarnos y son imprescindibles en los procesos de razonamiento y toma de decisiones, es decir, los procesos emocionales y los cognitivos son inseparables. Además, los científicos argumentan que las emociones positivas facilitan la memoria y el aprendizaje, mientras que, por ejemplo, en el estrés crónico, la amígdala (una de las regiones cerebrales clave del sistema límbico o “cerebro emocional”) dificulta el paso de información del hipocampo a la corteza prefrontal, sede de las funciones ejecutivas que veíamos en el artículo anterior. 

¿Cuáles son las emociones que los niños experimentan en su día a día más frecuentemente?

Enojo/ira

Es una reacción de irritación, furia o colera desencadenada por la indignación y el enfado de sentir vulnerados nuestros derechos, se genera cuando tenemos la sensación de haber sido perjudicados. La ira exige una respuesta urgente. 

Miedo

La experimentamos ante un peligro real, y se activa por amenazas a nuestro bienestar físico o psíquico. La forma de afrontarlo suele ser la huida o evitación de la situación peligrosa. Nuestro organismo reacciona rápidamente, movilizando una gran cantidad de energía, de tal forma que prepara al cuerpo para la respuesta de mayor intensidad de la que sería capaz en condiciones normales. 

Tristeza

Es la respuesta ante un suceso pasado donde nadie es culpable, la desencadena una pérdida importante, se asocia con el llanto y produce pérdida del placer e interés, reducción de actividades, desmotivación y perdida de esperanza.

Felicidad

Es la forma de valorar la vida en su conjunto, es un estado de bienestar, se relaciona con el gozo, la sensación de bienestar, capacidad de disfrute, estar contento y alegre.

Amor

Es la emoción experimentada por una persona hacia otra persona, animal, ideal, cosa, etc. Se distinguen varios tipos de amor como el maternal, fraternal, erótico, etc. En nuestro organismo se da una respuesta de relación, calma y satisfacción. 

 

EL DESARROLLO SOCIOEMOCIONAL

Todas estas emociones se experimentan constantemente. Entre los 5 y 9 años, los niños descubren lo que les produce miedo, enfado, tristeza y cómo reaccionan los demás ante la presión de estas emociones y aprenden a modificar su comportamiento. En consecuencia, van asimilando entre sentir las emociones y expresarlas. Dentro de esta etapa experimentan un amplio desarrollo socioemocional donde su mundo se amplia y adquiere mayor complejidad. 

Por todo ello, si entendemos la educación como un proceso de aprendizaje para la vida, la educación emocional resulta imprescindible porque contribuye al bienestar personal y social. Encontramos pruebas contundentes en una publicación española de la Fundación Botín en el 2008. En este estudio internacional, basado en cientos de investigaciones en las que participaron más de 500.000 estudiantes de educación infantil, primaria y secundaria, se demostró que los programas de educación emocional sistemáticos afectan al desarrollo integral de los alumnos. Concluyeron que se disminuían los problemas de disciplina, se encontraba una mayor motivación para el estudio, mejor rendimiento académico, mostraban actitudes más positivas y mejoraban sus relaciones.

Existe gran cantidad de actividades en las que se pueden fomentar las competencias emocionales a través de un proceso continuo (se pueden utilizar diferentes recursos didácticos para suscitar la conciencia emocional como videos, fotografías, noticias, canciones, etc.). 

¿Y SI LEEMOS? 

Filella (2010) nos propone una idea relacionada con la lectura. Cada semana, en el aula o en casa, se dedica un tiempo a la lectura individual de textos que el niño ha elegido según su propio interés (con el paso del tiempo se puede orientar hacia textos específicos). La lectura ha de ser en silencio, y después, proponer actividades como dibujos, resúmenes, esquemas, puesta en escena, expresión artística, etc, relacionados con lo leído. Una forma sencilla de mejorar la atención, la comprensión, el aprendizaje y de cultivar emociones positivas.

Por tanto, las emociones son importantes en procesos como la curiosidad y la atención y son la base fundamental del razonamiento y la toma de decisiones. Las implicaciones educativas pasan por docentes y familias que generen climas emocionales positivos que faciliten el aprendizaje y la confianza de los niños. Para dicha tarea habrá que mostrar respeto, saber escuchar e interesarse (no sólo por lo académico). La empatía es fundamental para educar desde la comprensión y es justo de lo que hablaremos en el próximo artículo. 

“Las emociones no son un lujo, sino un complejo recurso para la lucha por la existencia”

Antonio Damasio

Autora: Belén Aglio, Psicóloga.

Fuentes:

  • Bisquerra, R. (2001). Educación emocional y bienestar. Barcelona: Praxis. 
  • Bisquerra, R; Punset, E; Mora, F. (2012) ¿Cómo educar las emociones? La inteligencia emocional en la infancia y adolescencia. Esplugues de Llobregat (Barcelona) Hospital San Joan de Déu. 
  • https://escuelaconcerebro.wordpress.com/